En primera instancia me he de
referir a la participación y la participación en el mundo laboral, para luego
de repasar la concepción de liderazgo, conjugar ambas concepciones, y entrar a
configurar el liderazgo participativo, y el líder inteligente.
Coherente con el enuncio
anterior, la participación, más allá de configurarla como ser parte de, o ser
notificado -te participo-, que uno hace a otro, demanda el reconocimiento de sí
mismos, del otro y de la realidad en la que se desenvuelve el individuo.
El reconocimiento de sí mismo,
implica saberse persona dotada, más que de derechos y deberes, de capacidades y
posibilidades que se pueden ejercer, con lo cual subyace la adquisición de
experiencias enriquecedoras para participar, con lo cual cabe la éctesis, o fe
de Platón, respecto de la participación de manera escalonada en todo cuanto
exista, a partir, indicaba Platón, de la idea del bien.
De ahí que, las capacidades y
posibilidades de ejercer la participación, son dadas a partir del ejercicio de
la cooperación -participación-, que en tanto derecho, se hace cumplir, siendo
al mismo tiempo un deber cuando se es parte de alguna organización social, pues
cuando ello es tal, lo que esa organización beneficie o afecte a la sociedad,
lo logra con la intervención -participación- de quienes la forman, la
constituyen, no cabiendo, en cuanto a deber, la excusa que son otros quienes
toman las decisiones.
Es así como, la participación laboral
-organizacional-, implica un ejercicio de ciudadanía contrapuesto a la
subordinación, pues al ser persona y reconocer su condición de tal, además de
su vitalidad -fuerza- en la organización, el trabajador -no el subordinado-,
habrá de exigir y ejercer su participación activa, lo que implica el
involucramiento en la toma de decisiones, lo mismo que en los diversos procesos
que se lleven a cabo.
Empero, la participación no
resulta de un mero deseo, sino que requiere de capacidad, deseo y conocimiento
para su práctica, de manera que, natural será su implementación de modo progresivo
y tal vez, o recomendable, su aplicación en áreas puntuales que enriquezcan la
experiencia para su profundización.
Antes de proseguir con el rol
del líder, parece justo deslindar la participación de la elección, pues la
elección configura una decisión personal ante diversas opciones, en tanto que
la participación, conlleva, además del involucramiento, la corresponsabilidad
de los resultados, que de ella se deriven, con lo cual, quien este escribidor,
no desdeña la posibilidad de elegir como una forma de participación, aunque si
la clasifica como de mero trámite y de poca relevancia.
Sin duda que la participación,
puede ser tenida como un esnobismo social o gerencial, requiriendo, por tanto,
además de profesarla, predicarla y hasta evangelizar a los equipos de trabajo
sobre su ejercicio y beneficios, asunto que le corresponde, sin dunda, al líder
visionario e innovador que abandona el mando tradicional, lo mismo que el
control de la dirección.
Lo anterior impone al
liderazgo, replantearse su rol y con él, la nueva realidad circundante signada
por las constantes transformaciones de las organizaciones sociales, el trabajo
colaborativo y el aprendizaje constante, amén de reconocer a las personas, en
tanto seres vivos, llenos de capacidades y potencialidades enriquecedoras.
Tal mutación, y el
reconocimiento de las posibilidades de realización de sus equipos de trabajo,
le permitirían configurar un liderazgo compartido -fusionado- que se caracterizará
por la descentralización o descongestionamiento en la toma de decisiones,
ensayar redes de apoyo y novedosas formas organizativas, con lo cual se generan
múltiples beneficios, incluyendo: evolución de la organización, reconocimiento
de sus integrantes y su consecuente motivación, lograr altos niveles de
fidelidad, posibilidad el asumir nuevos retos, promover la inventiva y logra nuevos
conocimientos, entre otros beneficios.
Además de los favores previos,
este tipo de práctica, permite consagrar a la organización, como inteligente, a
la luz de lo destacado al respecto por Senge P. pues se distingue por el
aprendizaje a través de nuevos hábitos, valores y experiencias donde sus
integrantes tienen la posibilidad de propagar sus talentos, mediante ensayos novedosos,
consagrando al líder, por tanto, como un líder inteligente.
Un
libre pensador
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