Quizás, más por deseo, que como echo factual,
aunque muchos acontecimientos parecen confirmarlo, asunto reforzado a partir de
disimiles análisis de la realidad política venezolana, parece que está cerca el
final del régimen actual, por lo que parece insoslayable procurar avizorar la
construcción de un futuro distinto, que nos lleve a otros derroteros, o que nos
permita recuperar lo que en la sociedad de antes nos identificaba, para lo que
me centrare en la educación y el trabajo.
Empero, antes de adentrarme en estos valores,
es menester tocar, aunque de manera rasante, las maniobras empleadas para esparcir
y hasta enraizar, entre los venezolanos, la división, y con ella, el
enfrentamiento entre conciudadanos.
De manera exprofesa, primero en la campaña
electoral, y luego en funciones de gobierno, Hugo Rafael Chávez Frías, se
centró en remarcar las diferencias entre los venezolanos, bien de orden
económico -ricos y pobres-, étnicos -negros o afrodescendientes y blancos-, los
patriotas y los apátridas, en otros.
Fuel tal su afán de fraccionar, y todavía se
emplea, la justificación que hiciera Chávez en la que una persona robara a otra
porque tuviera hambre, lo que se intensifico a manera de subvertir el orden
social hasta entender lo que Pareto definió como el efecto ochenta-veinte.
Desde esa concepción, entendió que con el
veinte por ciento de su esfuerzo a favor del ochenta por ciento de la población
-pobres-, se ganaría sus favores, lo que cristalizó mediante el otorgamiento de
dadivas, sin que para tales beneficios implicase esfuerzo alguno, más que ser
pobres e indicarles que ellos -los pobres-, merecían recibir parte de la renta
petrolera.
Esa
condición social fue de alguna manera potenciada a los fines de obtener sus
favores -votos- (Recuérdese las palabras de Héctor Rodríguez: No
vamos a sacarlos de la pobreza para que se vuelvan escuálidos), llegando inclusive a minimizar
el orden jurídico hasta alcanzar a niveles de criminalidad, y con ella, de
impunidad, nunca antes vistos en este país, que le han merecido ubicarse en el ranking mundial por este tipo de
calamidad. Un ejemplo de lo recién indicado se puede ubicar en las zonas de paz
(léase ¿Zona
de paz o impunidad? De Luís Izquiel).
Pero fueron más las limosnas dadas a los
pobres, sin más justificación que el tener niños (Gran
misión hijos de Venezuela) u otras consideraciones por medio de las
conocidas misiones sociales (Con Chávez en el gobierno llegaron a ser 29 misiones,
que además sirvieron como caldo de cultivo para la corrupción)
Sin duda, durante estos tres lustros se han
trastocado valores que identificaban a la sociedad venezolana y que debemos
procurar recuperar, entre ellos, la educación y el trabajo, como fórmula y
estrategia de ascenso social, asunto demostrado en épocas pasadas y en muchos
países del orbe.
La educación, requiere estar fundamentada en
valores que potencien la vida en sociedad, entre los que se deben incluir, a
título ilustrativo y no limitativo: el respeto, el reconocimiento del otro -otredad-,
comprensión, compromiso y mucho otros, debiendo recordar que en otrora se
incluía en el pensum de estudios
unidades curriculares como Moral y luces, y en otras deontología de la
profesión, que hoy no se imparten en muchas instituciones públicas, pues
pretenden ser cambiadas por elementos ideológicos.
Por otro lado, el trabajo digno, y con él, el
reconocimiento y la gratificación por el mejor de los esfuerzos, lo que, sin
duda, habría permitir al trabajador y su grupo social, una vida decorosa,
además de permitir al país avanzar hacia una verdadera productividad.
Esta mundialmente reconocido, científica y
socialmente, que es a través de la educación y el trabajo, las palancas que
potencian el desarrollo de los países y al mismo tiempo marcan la diferencia de
la prosperidad de un pueblo a otro. De manera que, si deseamos una sociedad
sana y prospera, es necesario educación y más educación, trabajo y más trabajo.
Un libre pensador
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