El ejercicio de la ciudadanía

La sociedad, entendida como el relacionamiento de las personas que comparten valores y principios, así como tradiciones, se organiza a partir de reglas que orientar su hacer y potencian su porvenir, a partir de su caracterización ideológica.

De las diversas consideraciones filosóficas que distinguen a las sociedades se ubica, entre otras concepciones, la democrática, asumida como el sistema sociopolítico que se centra en la soberanía -autoridad-, del pueblo y posee su más clara manifestación en la posibilidad de elegir a sus gobernantes, además de controlar su gestión y la posibilidad de participar en ella.

Tal posibilidad se viabiliza cuando el pueblo asume la condición ciudadana, entendida como el ejercicio de los derechos que como tal le pertenecen, lo mismo que cumplir con las obligaciones a las que como parte de una sociedad, le corresponden.

En tanto derecho, el individuo -ciudadano-, se incluyen las posibilidades que él tiene a los fines de participar en la política del estado en procura de satisfacer las necesidades y expectativas sociales a través del cumplimiento de principios de gestión básicos, con sometimiento pleno a las leyes, e incluye la posibilidad de participar en la elaboración de planes, programas y presupuestos. En contrapelo a los derechos, la obligación ciudadana, incluye el defender la soberanía, la contribución mediante el pago de impuestos y otras disposiciones, emanadas del poder público, orientadas al ordenamiento de la vida en sociedad.

Profundizando en lo atinente a los deberes, el ejercicio de la ciudadanía nos impone a los venezolanos, así como a los extranjeros residentes, la obligación de participar en la vida política, civil y comunitaria, siendo al mismo tiempo, a interpretación de quien esto escribe, un derecho político al estar en capacidad, los ciudadanos, a la información oportuna y veraz de la administración pública, lo que incluye solicitar, exigir y evaluar la rendición de cuentas de su ejercicio, siendo que ellos, el funcionariado público en su actuar, está sometido al imperio de la ley, pues sólo puede hacer aquello que la norma le ordene, en tanto que los particulares pueden realizar todo cuanto a ellos no esté prohibido.

En consecuencia, la administración pública venezolana que está -o debe estar-, al servicio de los ciudadanos, conforme se consagra en el Art. 141 constitucional, se fundamenta -o debe fundamentarse- en: "(…) los principios de honestidad, participación, celeridad, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad (…)".

Ahora bien, el cumplimiento de tal disposición, como derecho ciudadano, y que antes procure destacar, le corresponde a los ciudadanos exigirlo, sin embargo para que ello sea tal, incluyendo el ejercicio de transparencia y la rendición de cuentas que toca al funcionariado público, resulta fundamental: conocer, comprender, asumir y ejercer una ciudadanía activa, lo que implica asumirse como poseedor de derechos y obligaciones, el desconocerse como súbdito o subordinado a los empleados estatales y que muy por el contrario, ellos son nuestros servidores, a quienes toca la responsabilidad del manejo y administración de la cosa pública, que es de todos y no de parcialidad alguna.

En esta clasificación de servidores públicos, justo es incluir, no solo a quienes prestan sus servicios como empleados públicos, sino que abarca al presidente, ministros, legisladores, jueces, rectores, gobernadores, alcaldes y otros, electos o designados.

Cuando el ejercicio de la ciudadanía, así sea asumido, y se le haga entender a la burocracia pública cuál es su verdadero rol, será posible el cumplimiento de los principios esbozados antes y contenidos en el Art 141 constitucional.

Sino entendemos, que los ingresos de la nación, incluido el pago de impuestos y otras contribuciones, nos pertenecen a todos los venezolanos, la administración pública seguirá por la senda del poder autoritario y discrecional.

Como en otro escrito culminé, es tarea de todos, ahora, el asumir nuestra condición ciudadana.

@OrestesSalerno

Un libre pensador