Estimado Carlos Raúl Hernández, luego de leer,
como todos los domingos, su columna en el diario El Universal, titulada:
Misterios vergonzosos, no pude evitar la necesidad de escribirle al respecto.
No disiento de lo por usted expuesto, pero
desde mi óptica, me parece que se queda corto, y como he venido exigiéndole a
este gobierno, es necesario asumir responsabilidades, y creo que durante los
años de democracia fueron muchos los errores que nos trajeron hasta esta
desgracia que hoy vivimos.
Entre las grandes falencias de la era democrática,
ubico el no desmontar el mito según el cual, en la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez, se podía dormir con las puertas abiertas, dado el alto nivel de
seguridad, asunto que más adelante concatenaré. Además de este garrafal error,
la corrupción y otros males fueron haciendo mella en la sociedad venezolana,
aunado a la ineficiencia de la burocracia venezolana.
Entre los peores males que germinó como parte
de nuestra cotidianidad, fue el procurar mecías que vinieran a solucionar
nuestros males, males que recurrentemente procuramos echarles la culpa a otros
y nunca entender que somos responsables
de nuestro destino.
Por fenómenos como esos, fue reelecto Carlos
Andrés Pérez y luego Rafael Caldera, justamente rememorando viejas épocas de
porvenir que creímos que al elegirlos nuevamente, volverían tiempos pasados que
nunca volverán.
Es así, que luego del desprestigio de las
instituciones y con ellas de los partidos políticos, elegimos, aunque nunca
vote ni votaría por Chávez y menos por Maduro, elegimos a un militar con la
esperanza de encontrar mayor seguridad y acabar con la corrupción.
Lamentablemente nos volvimos a equivocar, pero como encabece estas breves
líneas, hacerse el bolsa, nunca ha sido la solución.
Ojalá aprendamos la lección, aprendamos a
elegir y aprendamos que la solución no está en otros, sino entre nosotros
mismos.
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